15.11.11

Texto de presentación - Revista Sísifo

Hace casi catorce años no imaginábamos que en un futuro, ni cercano ni lejano, íbamos a escribir esta presentación. No estaba en nuestros planes, era impensable y no formaba parte de nuestra modesta utopía de entonces ya que, como trabajadores, teníamos que estar a la defensiva.
Los noventa fueron los tiempos del apogeo del neoliberalismo, del discurso del “fin de las ideologías”, de la primacía del mercado... Muy pocas voces se alzaban contra ese discurso único que había colonizado a las expresiones político-partidarias mayoritarias y que, cual canto de sirenas, pretendía seducirnos con los “beneficios” del primer mundo.
La llamada “reforma del estado” (desguace de lo que quedaba del estado de bienestar) se expresaba en el ámbito de la salud con los primeros pasos en la “desregulación” y “reconversión” de las obras sociales. Los eufemismos estaban a la orden del día.
La coyuntura parecía agobiante: elevada desocupación, congelamiento salarial, flexibilización de la normativa laboral, firma de convenios colectivos a la baja y complicidad de la mayoría de la dirigencia sindical que había asumido características empresariales.
Frente a esta política de disciplinamiento social y laboral, las respuestas por parte de los trabajadores y de los nuevos desocupados y excluídos del banquete neoliberal no se hicieron esperar. Espontáneas, aisladas y desorganizadas en un primer momento, iban a canalizarse y consolidarse en varias vertientes colectivas (1).
Como parte y expresión de ese movimiento, y al igual que muchas otras nuevas experiencias organizativas impulsadas por la CTA en ese contexto, nació formalmente en marzo del 2000, el Sindicato de Trabajadores de la Obra Social para la Actividad Docente (SiTOSPLAD).
Como trabajadores habíamos decidido emprender desde 1997 un camino propio para auto-representarnos y cambiar un modelo sindical que no solamente nos negaba respuestas concretas en la defensa de nuestros derechos y vedaba la participación, sino que además tenía como principal beneficiaria a la misma burocracia sindical. Con el agravante, en el caso de la OSPLAD, de que esa misma burocracia administraba la obra social.  De esta manera se generaba un círculo nada virtuoso que mantenía un status quo que permitía la aplicación de políticas laborales en detrimento de los trabajadores, entendiéndolos como mera variable de ajuste.

La crisis del 2001, que fue a la vez la causa y el efecto del agotamiento de ese modelo neoliberal, tuvo sus coletazos en la OSPLAD como no podía ser de otra manera. Y la recuperación económico-social post 2003, no revirtió la situación. Por el contrario, este contexto favorable no se reflejó proporcionalmente en el sistema de salud, en particular en las obras sociales, y en el salario y condiciones laborales de sus trabajadores. Por el contrario, determinadas variables se pronunciaron negativamente prolongando la crisis del sector, situación que exige un debate sobre la reforma estructural del sistema a partir de una mayor intervención estatal a través de sus organismos de financiamiento y de control. Las obras sociales deben dejar de ser noticia por el manejo irregular de medicamentos o por ser la “caja” de los sindicatos que las administran.
Durante estos años la tarea desde el SiTOSPLAD no fue sencilla. Los obstáculos fueron innumerables, con aciertos y errores. Pero la perseverancia en cumplir los objetivos que nos propusimos, tuvo sus resultados. Crecimos en cantidad y calidad organizativa, nos expandimos territorialmente y más compañer@s decidieron ser protagonistas de un cambio colectivo, llegando el año pasado a presentar nuestro pedido de personería gremial ante el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación.

A partir de entonces, nuevos desafíos y necesidades aparecieron. Entre ellas, la de contar con más y mejores herramientas para el análisis y la comprensión de la realidad y para la capacitación y el debate acerca del mundo del trabajo y de las experiencias organizativas de los trabajadores. Fue así como creamos en diciembre de 2010 el Centro de Estudios Sociales y Sindicales (CESS).

El CESS no pretende ser solamente un espacio académico. Su razón de ser es convertirse en un espacio abierto que oficie de un modesto faro para el debate y la construcción colectiva de conocimiento orientado a estimular la problematización de la realidad, la práctica y la acción cotidiana en el ámbito sindical.
Durante el presente año se ha avanzado significativamente en la organización del Centro y se ha conformado un equipo de investigación con variadas propuestas temáticas y metodologías de abordaje. Mucha tarea nos queda aún pendiente.
Aprovechamos este espacio para destacar y agradecer la prepotencia de trabajo que puso de manifiesto el Lic. Alejandro Asciutto en la coordinación académica y darles nuevamente la bienvenida a Malena, María de las Nieves, María Eugenia, Julieta, Juan Pablo y Luciano con quienes compartimos unas muy enriquecedoras jornadas de intercambio.

El Centro editará una publicación anual, cuya temática y contenido variará en cada número, a fin de producir, difundir y hacer circular diferentes producciones en pos de dar soporte para el intercambio y el debate. 
En este primer número, y gracias al aporte generoso de Abel Bohoslavsky, podremos adentrarnos en la comprensión de una época que ha sido etiquetada fácilmente sin las profundizaciones analíticas necesarias. Para aquellos que no fuimos contemporáneos a los sucesos, la historia militante de Abel nos sirve para captar cabalmente las subjetividades y los contextos. Un entramado para comprender las continuidades y rupturas con el presente, abierto para la polémica, no para encontrar juicios definitivos sino para formular nuevas preguntas y buscar nuevas respuestas desde el presente.
Finalmente, vaya nuestro agradecimiento a los aportes de tan destacados académicos como lo son Cecilia Hidalgo, Daniel de Santis y Pablo Pozzi.
Damos por descontado que para los lectores será un material de sumo interés como lo fue para nosotros.

Alejandro M. Bassignani

(1)    En 1992 se creó el CTA (Congreso de Trabajadores Argentinos), en 1994 se constituyó el MTA (Movimiento de Trabajadores Argentinos) como agrupamiento disidente al interior de la CGT y también durante esos años surgieron numerosos movimientos sociales y de desocupados.