23.6.12

Comprender una vida, comprender una época


Cecilia Hidalgo[1]
chidalgo@filo.uba.ar

Narrativas personales como las que se presentan en este número ocupan un lugar central en la investigación contemporánea, no solo por su valor testimonial acerca de momentos y procesos sociales altamente significativos, sino por su capacidad de desafiar estereotipos interpretativos, ampliar la reflexión, mover a la acción, como ningún otro tipo de texto –académico o literario- puede hacerlo. Ya Dilthey (1833-1911) había subrayado la importancia que los relatos de corte autobiográfico revisten para la comprensión de la configuración histórica de una época, por articular a un tiempo el mundo social, el lenguaje con que una sociedad o cultura categoriza ese mundo y la subjetividad de los narradores. En consonancia con tal articulación, en estos “relatos de vidas insurgentes” Abel Bohoslavsky logra transmitir la complejidad social, cultural y subjetiva de procesos políticos e hitos insoslayables de la historia argentina contemporánea, aún pendientes de una reconstrucción acabada. El propio texto del científico social profesional, Pablo Pozzi, que prologa la edición adopta la forma de una narrativa personal, ilustrando hasta qué punto las investigaciones históricas no solo conllevan debates interpretativo-explicativos de cara al pasado sino genuinas discusiones políticas de cara al futuro.
Los relatos de Bohoslavsky despliegan las formas peculiares en que militantes “ejemplares”, algunos rescatados del anonimato, han ordenado y dado sentido a su experiencia política. Son ejemplares en su especificidad y por ello, no son representativos en el sentido de que cualquier otro caso mostraría lo mismo. Lejos de pretender que tal experiencia se recrea objetivamente, lo que el relato permite poner de manifiesto es la conciencia que se ha ido construyendo a partir de la reflexión ulterior sobre lo vivido y por vivir, reflexión tanto individual como colectiva. Así, los relatos recuperan discusiones al interior de las agrupaciones políticas, charlas entre amigos, la inmediatez, el estatus problemático de la memoria y la incertidumbre (se afirma, por ejemplo, que a veces “ni los capos de las agrupaciones parecían tener nada claro”) acerca de lo adecuado de decisiones tomadas en contextos de acción y condiciones de lucha inéditas, no siempre acompañadas por el éxito.
A diferencia de otros relatos donde el protagonismo de los militantes suele desdibujarse- por ejemplo, en aquellos en los que la categoría analítica básica gira alrededor de los “desaparecidos” o las “víctimas del terrorismo de estado”- en estas narraciones los militantes son agentes plenos, caracterizados por una gran capacidad intelectual y entrega. La memoria rescata circunstancias y anécdotas que van más allá del sentido explícito de los acontecimientos para transmitir un significado con amplias proyecciones, en especial hacia otras generaciones, destacando valores como la autonomía crítica, la reciprocidad, la solidaridad, la justicia y el coraje.
En tal sentido, los relatos nos hablan también de muchos otros militantes, que compartieron esos valores y trayectorias. Pero lo hacen abriendo ventanas a una experiencia cuya imagen no es transparente. Y es que los problemas de interpretación o explicación no son solo epistemológicos sino políticos. No se trata de registrar circunstancias y peripecias o transcribir documentos como si fueran autoevidentes: lo que Bohoslavsky cuenta delata claroscuros, rescatados colectivamente en la memoria de largo plazo acerca de lo ocurrido.
Aún en el convencimiento de que desde una perspectiva histórica, pero también personal y familiar, estos relatos son capaces de contar y hacernos comprender una época, el narrador no se ubica nunca en la posición privilegiada de quien emite la palabra interpretativa final y enuncia las “verdaderas” implicancias que los acontecimientos referidos revisten para el presente. Por el contrario, la historia narrada incluye al lector, invitándolo a un trabajo interpretativo activo frente a procesos en gran medida tan inconclusos como sus actuales reconstrucciones.
En su libro Silencing the past: power and the production of history (Boston, Beacon Press, 1995) Michel-Rolph Trouillot sostiene que en la producción de la historia hay al menos cuatro momentos críticos en los que el poder se hace manifiesto: 1) el de la creación de hechos (la producción defuentes), 2) el de la reunión de hechos (la formación de archivos), 3) el de la recuperación de hechos (la producción de narrativas) y 4) el momento de dotarlos de significación retrospectiva (la producción de historia propiamente dicha). Por cierto, los presentes relatos crean nuevas fuentes y promueven la formación de nuevos archivos. Pero tal vez su valor más sobresaliente esté en la manera cómo producen narrativas alternativas, promoviendo la elaboración colectiva de acontecimientos políticos recientes tan importantes para los argentinos, y ello, dotándolos de un sentido que trasciende con creces la perspectiva del horror de la represión y la derrota.

[1] Cecilia Hidalgo es Profesora Titular Regular de la UBA y profesora en diversos programas de posgrado. graduada como Antropóloga se ha especializado en Epistemología y Metodología de la Investigación.

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